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jueves, 11 de noviembre de 2010

Paul McCartney hizo vibrar a 45 mil fans con un show intenso, nostálgico y emotivo

El ex beatle desplegó su impecable show del “Up and Coming Tour” con la prolijidad que lo caracteriza. Más de 45.000 personas vibraron al ritmo de sus temas solistas, sus hits con “Wings” y, como no podía ser de otra manera, con 22 temas de los Beatles.
Era de esperar la puntualidad inglesa. A las nueve de la noche, sólo quedó al descubierto un rayo de luz en el escenario que cayó sobre él, la leyenda personificada de la beatlemanía y sin dudas un ícono de la música mundial, Sir Paul McCartney.
Un River ansioso y vibrante lo recibió de pie, entre aplausos y gritos eufóricos de unas 46.000 personas de todas las edades dispuestas a contagiarse de la magia que desplegó con un amplio repertorio de 39 canciones.

“¡Hola Buenos Aires, hola porteños!”, saludó Paul en un español improvisado, irradiando su auténtico carisma. No perdió el tiempo: calzó su característico bajo Hofner con forma de violín y abrió el show con “Venus and Mars”, un tema-no de los más conocidos- de la época de “Paul McCartney and Wings”. La canción fue fusionada con el siempre rendidor “Jet”, con la gente alzando los puños en cada golpe del estribillo.
Pero la gran ovación llegó por primera vez con un hit de los Beatles: “All My Loving”. La gente acompañó a la prodigiosa voz de McCartney durante toda la canción e incluso llegaron a verse en las primeras filas gestos eufóricos que remembraron a los fans durante la época de la beatlemanía, allá por 1960.

“¡Olé, olé, olé, olé, Pa-aul!”, coreaban todas las tribunas, desde la platea alta de $200 hasta los primeros asientos frente al escenario, de nada más y nada menos que $6.000. El músico inglés se adueñó del corazón de los argentinos desde su aparición. Y pese a ser un hombre de pocas palabras, se permitió jugar con la gente intentando su mejor castellano y destellando dosis de humor con bailecitos frecuentes y frases argentinizadas como “¡Gracias, che!”. Incluso flameó una bandera argentina, momento que fue blanco de miles de flashes.
Vestido en su mejor traje, con pantalón de tiro alto con tiradores y camisa blanca, se quitó el saco exclamando “¡Qué calor!”. Pero a sus 68 años, el ex beatle demostró que la edad no le pesa: se lo vio ágil y despierto, y durante las casi tres horas de show sólo se permitió un descanso faltando cinco canciones.
Con la balada rockera “Let me roll it”, McCartney cambió el bajo por la guitarra y sacudió River con el sólido riff de la canción y con un simple pero prolijo solo. A lo largo del espectáculo, el músico demostró su impecable dominio sobre el terreno de los instrumentos: incluso se dio el lujo de tocar la mandolina para “Dance Tonight” y el ukelele en “Something”, en homenaje a su amigo y ex compañero beatle George Harrison
Rodando sus dedos sobre el piano sonaron baladas clásicas como “My Love”, “The Long and Winding Road”, “Let it Be”, y “Hey Jude”, hit que siempre termina de enamorar al público y cuyo final invitó a tararear a cualquier persona sin la necesidad de saber inglés.
“Esta canción la hice pensando en mi amigo John (Lennon), en una conversación que nunca tuvimos”. Con esa frase, McCartney despertó los latidos de todo un estadio que había estado esperando la mención de su ex socio. Y sonó “Here Today”. Y con ella, cayeron lágrimas de los fanáticos cuyo sueño hubiera sido presenciar un momento del dúo musical más popular de la historia.
Por supuesto, McCartney no hizo el trabajo solo. Estuvo acompañado siempre por un excelente cuarteto de músicos que desde hace tiempo suena a su lado: Rusty Anderson en guitarra, Brian Ray también en guitarra y en bajo, Paul “Wix” Wickens en teclados y el simpático Abel Laboriel Jr en batería. Sin embargo, el ex beatle no los presentó.
“Band on the run”, el hit más popular de su época con Wings, fue la canción elegida para ponerle fin a la seguidilla de temas de su carrera solista.

EL MOMENTO DE LOS BEATLES
La última hora fue toda para los beatlemaníacos, con catorce hits de la banda de Liverpool. Y no es casualidad que haya sido la etapa del show más ovacionada. La gente entregó su corazón en cada una de las canciones. No era para menos. Mechando con fuegos artificiales un tema de su carrera solista, “Live and Let Die”, el ex beatle hizo un collage musical de lo mejor de los trece albums de los cuatro fantásticos.
Desde la comercial “Ob-la-di, Ob-la-da” hasta la pionera del hard-rock “Helter Skelter”. No faltaron “Lady Madonna”, “Get Back”, “Paperback Writer” (tocada con la guitarra original con la que grabó el tema en 1966, indicó Paul), la efusiva “Back in the USSR”, y la infaltable canción que ya es su himno: “Yesterday”. Con esa poderosa balada, el tiempo pareció no haber pasado para McCartney: sonaba melódicamente igual que al grabarla en estudio hace ya 45 años. El estadio se rindió en silencio y se quebró en lágrimas que una mayoría del público no pudo contener.

Asegurándose de haber enloquecido a las multitudes que esperaban su regreso luego de 17 años, Paul McCartney se despidió con “The End”, del album Abbey Road.
“Al final, el amor que tomas es igual al amor que creas”, sentenció la canción. Con esa frase, Paul dejó en claro que su mensaje de paz sigue siendo el mismo tras más de 50 años de carrera.
“¡Chau, Argentina!”, gritó sobre las últimas notas. Y se dio el gusto de quedarse mirando atentamente al público con la misma sonrisa que compartió durante toda la noche. Y la gente, totalmente conmovida, agradeció de pie a su ídolo, despidiéndolo calurosamente con una sensación familiar. Con la misma satisfacción a quienes ya lo habían visto en 1993. Y para quienes lo vieron por primera vez, con la certeza de haber cumplido un sueño.