Un arma de doble o triple filo, las redes sociales pueden ser la
plataforma de lanzamiento de un artista, un punto de contacto con sus
millones de seguidores o el escenario de su derrumbe. Un poco de todo
eso le está ocurriendo por estos días a Taylor Swift. La popular
cantante y compositora suele tener presencia en las redes, donde
promociona sus discos y giras y también comparte imágenes de su vida
privada incluidas aquellas que muestran a su grupo de amigas conocidas,
en las que se encuentra a modelos, actrices y cantantes. Además de,
claro, hablar sobre su vida sentimental. Una práctica y estrategia de
promoción y de vida que hasta ahora le servía para entusiasmar a sus
fans y sostener la narrativa de su estrellato: una joven y talentosa
mujer que ama la música, a su familia y a sus amigos y que a pesar de
ser famosa y multimillonaria conserva la inocencia de cuando era
adolescente y empezó a tocar música country con el sueño de grabar un
disco.
Sin embargo, esta semana, el mundo color de rosa de Swift se volvió
un poco más turbio cuando se agregó un nuevo capítulo a su larga disputa
que mantiene con el rapero Kanye West y su esposa Kim Kardashian West.
Desde que el temperamental -y muchas veces desubicado- músico le robó el
protagonismo a la rubia en 2009 durante la entrega de los premios MTV,
interrumpiendo su discurso de agradecimiento para protestar porque él
consideraba que ese galardón debía recibirlo Beyoncé, el mundo se
dividió entre los que defendían la libertad de expresión de West y
quiénes se ponían del lado de Swift y su derecho a festejar tranquila.
La
pelea parecía una cosa del pasado, especialmente cuando hace unos meses
la cantante le entregó un premio al rapero en la fiesta de la cadena de
música que antes los había separado.
La reconciliación, lamentablemente, no duró demasiado. Sólo hasta que West sacó su disco The Life of Pablo,
con la canción "Famous" en la que canta: "Siento que Taylor y yo
podríamos tener sexo ¿Por qué? Yo hice famosa a esa perra". Un verso que
a Swift, a su equipo y a sus fans no les pareció ni divertida ni
apropiada. Fue una más de las bravuconadas de West sumada a un gesto
misógino que puso le puso a las redes en contra. Sin embargo, la
historia era otra.
Al menos eso es lo que afirmó desde el
principio el matrimonio West/Kardashian. Según ellos, había un video que
corroboraba que el rapero había llamado a Swift para pedirle
autorización para nombrarla en la canción, y la había conseguido . Algo
que la rubia negaba hasta el último domingo, cuando Kardashian publicó
los videos en su perfil de Snapchat. Y entonces el universo de las redes
sociales implotó: si la rubia princesa sureña era una mentirosa y la
intrusiva y extravagante pareja mediática tenía razón, el mundo estaba
patas para arriba y todos los años invertidos en apoyar a una y
despreciar a la otra estaban perdidos en una terrible confusión.
Y, mientras tanto, Swift seguía defendiendo su indignación ante la
canción, afirmando que nunca había dado su autorización para que se
usara su nombre -ni su imagen en el subsiguiente video-, intentando que
las imágenes de la infame conversación telefónica salieran de las redes.
Casi en un abrir y cerrar de pantalla, Twitter se encargó de humillar a
quienes la defendían, como su amiga Selena Gómez, y de recordar otras
peleas en las que la cantante no había salido muy bien parada. Como su
paso de amiga a enemiga acérrima de Katy Perry, a la que acusó de querer
arruinarle el tour cuando le "robó" a dos bailarinas y sobre la que
supuestamente escribió el tema "Bad Blood", una disputa que la semana
pasada volvió al tapete cuando el ex novio de Taylor, el productor
musical Calvin Harris, "reveló" que efectivamente "Bad Blood" hablaba de
Katy.
Él, por su lado, se había enojado porque Taylor había dado a
entender en las redes sociales que ella y no Harris era la compositora
de un exitoso tema que lanzó Rihanna, cuando en realidad son coautores
de la canción.
Si los enredos en el mundo del pop no habían perjudicado lo suficiente a
cantante, ahora parece que la mala influencia de Swift alcanzaría al
cine. Es que su nuevo novio es el actor británico Tom Hiddleston (el
Locki de Thor), uno de los más firmes candidatos a reemplazar a
Daniel Craig en el papel de James Bond. Hiddleston tiene una imagen
sofisticada y el visto bueno de los productores, pero desde que se
conoció su romance con Taylor -que incluye viajes por todo el mundo
convenientemente documentados por trabajadores paparazzi-, el actor se
transformó en el hazmerreír de Hollywood, el novio para las cámaras de
la estrella pop caída en desgracia. Que probablemente ya esté preparando
una estrategia para revertir el relato que por estos días la ubica como
la mala de la película, la bella, talentosa y millonaria celebridad que
los usuarios de las redes sociales aman odiar.