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lunes, 26 de abril de 2010

Jonathan Richman deslumbra con un inolvidable show políglota

Las canciones de Jonathan son simples y bellas, difíciles de ubicar en estilos, ya que como buen cantautor, el pionero de la new wave y fundador de los Modern Lovers, mezcla una pizca de folk, otra de country, especias españolas en guitarra, sin dejar de lado el rock casi rozando el punk con su canción "Pablo Picasso".
Pero por sobre todas las cosas, Richamn es un tipo auténtico, alejado de cualquier divismo, carismático, simpático al punto tal de hablar casi todo el show en un español bastante aceptable.
Quienes pudieron satisfacer su deseo de ver a este inclasificable artista en el Salón Real, se encontraron con un músico que cambia su show de un día para el otro, que improvisa sobre el escenario, mezclando canciones románticas españolas con clásicos de Domenico Modugno y de Maurice Chevallier.
Richman se vincula con el público de una manera especial y genuina, porque su modo de trabajar con la música tiene esa misma carga de autenticidad.
Con 59 años, no se apega al pasado, siente que cada año que toca lo hace mejor y lo disfruta más, lleva la música en el cuerpo, sus melodías son consecuentes con su búsqueda, no varía en ellas, sino que explora una y otra vez lo que tienen para dar.
Sus letras son el fruto de sus experiencias, nada extremo, nada fuera de lo doméstico nada fuera de la sensibilidad de una persona común, pero, bien al estilo norteamericano, la domesticidad: aquello que Walt Whitman supo llevar tan bien, y han heredado los mejores artistas estadounidenses, dejan el rastro, la huella, el gesto.
Nunca aferrado al pasado, Jonathan continúa su búsqueda musical, sin abandonar la coherencia y eso pudo percibirse al finalizar el concierto cuando la gente permaneció más de 40 minutos en el lugar después de terminado el show, como quien se queda saboreando un manjar.